Un porquería que se me ha ocurrido de vuelta a casa:
El ambiente se ha empapado de olor a húmedo, mis pasos salpican y cada gota impacta en mi piel como si de una pequeña porción de frio se tratase. De repente el oscuro cielo se desgarra en un haz de luz azulada que desencadena más tarde un rugido que escucho como un mismísimo grito de guerra que me eriza los vellos de la nuca. Pero mis pasos siguen chapoteando y la única compañía que tengo es algún gato asustadizo que corre buscando refugio o ese gigante de metal que sale todas las noches a tragarse esas toneladas de basura que día a día nos dedicamos a generar. Y yo continúo andando solo, camino a casa, de noche bajo la lluvia con los rugidos invitándome a escalar a la azotea y tumbarme a mirar el maravilloso espectáculo gratuito que me ofrece el cielo en vez de tumbarme a mi cama para llegar a esa cita que tengo prácticamente todos los días con Morfeo. Lo reconozco, no me gusta la lluvia pero me encanta andar de madrugada bajo una tormenta eléctrica.
Yo reconozco que tus "porquerías" no son porquerías y me gustan.